
Maridaje con intenciones
· · · Siempre hay un vino adecuado para el gusto de cada momento.
En su libro “Vino para uno”, el catedrático y especialista en vinos Alberto Soria nos alegra la vida al rebajar la tensión sobre muchos de los aspectos complejos relacionados con el saber y el beber vinos, invitándonos a un aprendizaje gozoso basado en la ejercitación.
Como abundan en el mundo del vino los sabelotodo con pretensiones de poseer una sabiduría superior en el terreno intangible de las percepciones sensoriales, lo que hay que tener en cuenta es que éstas evolucionan con la educación sin que por ello debamos dejar de lado al instinto, esa facultad intrínseca que acierta la mayoría de las veces cuando se trata de elegir esa pareja perfecta para una comida, un momento o la conjunción de ambos.

La alianza del vino y los alimentos nos habla de encontrar conexiones, pactos o asociaciones con la finalidad de que ambos puedan expresarse, algo así como las relaciones entre las personas en las que manteniendo cada una su individualidad, se produce una unión para compartir experiencias que generan un escenario más complejo que es la vida en común. De ahí que el maridaje con intenciones busque que el vino, la comida y el momento alcancen complementariedad y armonía, en una experiencia que vaya desde lo memorable hasta lo inolvidable.
Volvamos al documentado desenfado de Alberto Soria a la hora de hablar de vinos y maridajes, que él lleva al plano de las intenciones para descorchar una botella u otra. Están los vinos para lo cotidiano así como los que se eligen para una tertulia según el grado de sensibilización, aprecio y conocimiento que tienen los participantes en el encuentro, porque el conocedor de vinos que atesora magníficos ejemplares sufrirá una profunda perturbación si su selección es ingerida sin más. Están los vinos como arma de seducción donde se diferencian quienes son expertos en una u otra categoría. Según Soria, los avezados en seducir sin mucho conocimiento sobre tipos de vinos apuestan por el clásico del Champagne, Cava o Espumantes, vamos, lo que tenga burbujas, mientras que los conocedores se pasean con soltura entre los vinos licorosos, Oportos y blancos con personalidad.

Y como intenciones hay tantas como las situaciones que describe en su libro, Soria esboza una categoría exuberante para pedir perdón, los de celebración y vinos de homenaje, sin olvidar los vinos para uno, los que acompañan el disfrute de la gloriosa privacidad con uno mismo. Ahora bien, el maridaje con la comida es imprescindible porque forma parte de muchos de esos momentos e intenciones, así que lejos de complicar el proceso vamos a simplificar.
Para simplificar está la clasificación hecha por Vinorama en su sección Maridajes, una extensa guía orientativa que ha tenido en cuenta la denominación de origen, el grado de alcohol, el tipo de uva, métodos de elaboración y crianza de cada vino, en relación a los alimentos que componen cada plato. Al no tratarse de recetas específicas sino de ingredientes la creatividad, el conocimiento, un poco de intuición, atrevimiento y riesgo invitan a experimentar combinaciones con un alto porcentaje de éxito y satisfacción para el paladar y las circunstancias, porque siempre hay un vino adecuado para el gusto de cada momento.