Mi primera cata

Mi primera cata

· · · Por Laura Díaz

La primera vez que caté un vino fue un auténtico desastre. Ahora me río muchísimo al pensarlo, pero en aquel momento, a mis 18 años, no me hizo tanta gracia.

Me apunté a un curso de iniciación a la cata por un club o asociación de cata en Madrid. Hace ya tantos años que ni me acuerdo. Consistía en un par de clases de 4 horas un sábado y un domingo. Me apunté porque quería ser parte de esa asociación y quería entender de vinos, y no quedarme con cara de “de que están hablando?” durante las reuniones mensuales.

Ya partía con desventaja desde el principio. Era la más joven. La media iba de treinta y muchos a cincuenta. Y las caras de “que pintas aquí mona” me hicieron pensármelo dos veces (o cuatro).


Yo sólo quería aprender de vinos. Me encantaban los vinos. Lo mío era vocación. No porque lo mamara en casa. De estas cosas raras que pasan y no te explicas el porqué. Y no sabía como empezar a formarme y entender más sobre esa fantástica bebida que me despertaba tanto placer sin saber porqué. El caso es que la gente en el curso hablaba de vinos que no había escuchado en la vida, de regiones que no sabía situar en el mapa y ni siquiera sabía en qué país se encontraban. Me ilustraron en 4 horas sobre todas las regiones de España, del mundo, tipos de vino distintos de la misma variedad… uff… nombres de productores, descriptores de cata, cómo coger la copa, leyes!!… ugh… demasiado para el cuerpo. Imposible de procesar. Mis clases de física eran más sencillas.
 

Al menos cataría vino no? Aprendería a describir lo que sentía cuando bebía de una copa, no? Dejaría de hacer el ridículo hablando con esa gente de la asociación, no? Catar, caté. Pero no lo pasé nada bien.

Cuando catas, después de la parte visual, tienes que agitar suavemente y con “estilo” la copa; sólo un suave giro de muñeca. Menos mal que el primer vino que se cata por lo general es un blanco. Me lo esparcí por todo mi cuerpo. Tengo que decir en mi contra, que después de 9 años trabajando en bodegas, 5 como enóloga, aún me esparzo el vino por mi camiseta. Y casi siempre delante de visitas. Ley de Murphy: cuanto más importante es la visita, más embarazoso es el derrame. Ahora me río.



En mi favor, no fui la única del curso que derramó el vino. Pero no me hizo sentir mejor que no estuviera sola en mi vergüenza. Parecía tan sencillo. Me tomó semanas de práctica.
 

Yo tuve la suerte de tener que describir los aromas de un Tempranillo de Maceración Carbónica. Ahora distingo la maceración carbónica en un vino, oliendo la copa desde un par de metros de distancia. En ese momento, no sé si por el nerviosismo y la incomodidad, lo único que yo olía y mi cerebro procesaba era: Jamón de York.

Quien ha leído en alguna de las catas de Peñín o Robert Parker (por nombrar los más conocidos): “De color rojo violáceo límpido y brillante de intensidad media, con reflejos púrpura y lágrimas gruesas y densas. En nariz es intenso y aromático, frutal, con notas lácticas y de café. Al girar la copa surgen aromas a frutas rojas en compota, JAMÓN DE YORK, nuez de cola, clavo, nuez moscada, regaliz, cuero ciruelas pasas y mina de lápiz. En boca ataca dulce y con acidez moderada….”?



Nunca jamás fue un descriptor que yo escuchara, pero lo dije alto y claro en la clase. La carcajada fue sonora. La profesora con una cara de “que pintas aquí mona”… Y yo roja (con reflejos purpura de intensidad media…). Menos mal que el calvario acabó. La verdad es que no lo pasé nada bien en esa clase.
 

Años después, tras clases de cata con profesionales, de estudiar enología, y de asistir a muchas catas de aficionados y con amigos, aprendí que catar un vino es siempre personal y siempre tiene que ser divertido. Que no se utiliza el descriptor “Jamón de York”, pero si el de “notas ahumadas”. Y se tiene que disfrutar. Y cualquier descriptor vale. Todo vale. Porque cada uno tenemos nuestra propia forma de entender lo que sentimos o experimentamos. Y que los descriptores que se utilizan son sólo descripciones universales para que todo el mundo pueda entenderte.
 

Y catar no es difícil, es paciencia, disfrute y memoria. Y como todo, se aprende con la práctica.

Acerca del autor
Laura Díaz entre las viñas de Napa Valley
Laura Díaz Enóloga

Nacida en Madrid hace 32 primaveras, Laura Díaz es la enóloga de Galerie, el nuevo proyecto de Jackson Family Wines en el Norte de California. Esta joven promesa de la enología Española se sale de los estereotipos tanto en su vida personal como en su trabajo.